Viajar contando y contar viajando
El periodismo de viajes
constituye una de las disciplinas que eleva nuestra profesión (también
considerada por muchos como arte y ciencia) al máximo de su esencia. Los
privilegiados que lo ejercen muestran una emoción que sin duda trasciende mucho
más allá de lo profesional cuando cuentan sus historias. Un ejemplo perfecto es
como David Rivelles cuenta el momento en que escogió el personaje clave por el
que empezaría a investigar en su andadura por tierras celtas:
“Estaba leyendo la lista de las 96 víctimas, y
de golpe allí lo vi, en el número 47. Supe que ese era mi hombre porque el
corazón empezó a latirme más fuerte”. Probablemente cualquiera habría advertido
lo destacable de un nombre español entre una lista de víctimas con nombres
celtas, pero para D. Rivelles no se trató solo de algo que sobresalía, se trató
de algo que él advirtió a nivel emocional.
Del mismo modo Alfons Rodríguez
nos cuestiona la ética de las publicaciones en fotoperiodismo, mostrándonos la
perfecta metáfora visual de una mujer vistiendo un burka que se mimetiza con un
ataúd, junto a la foto de una alegre mujer mayor vistiendo también burka y que
pese a eso es capaz de irradiar felicidad.
El periodismo es moverse,
denunciar, descubrir... El periodismo de viajes requiere ir a buscar las
historias fuera (o ir fuera para que las historias te encuentren como ha
sugerido más de un ponente de la V Jornada de Comunicación, Viajes y Aventura)
para luego volver y contar. Cuando se cuentan las vivencias, si se hace bien,
se es capaz de volver uno mismo al lugar y trasladar allí a sus oyentes y/o
lectores.
No por eso se trata de un
periodismo de menos calidad. Entendámoslo si queremos como un complemento del
periodismo de datos. Dónde profundizando con los datos no llegamos muchas
veces, allí suele llegar el periodismo de viajes, a las emociones. Primero de
periodista y luego de su público. Siempre cerca de la delgada línea que hay
entre generar sensibilidades acerca de temas en el exterior y el
sensacionalismo y la espectacularización. La delgada línea de la foto de Aylan
muerto en la orilla de la playa.
Por eso el periodismo de viajes
puede jugar un importante papel en la educación, puesto que la comprensión de
lo contado es algo al alcance de toda persona con una mínima empatía. Tiene la
ventaja de ponernos las historias delante de los ojos y no tener que
interpretarlas a través de cifras y “declaraciones de”.
Por todo esto el periodismo de
viajes nos permite usar dibujos, exposiciones con músicas que buscan la
introspección y citar a poetas con un grave tono de voz y un ritmo lento
mientras la sala entera escucha en silencio y se olvida de tuitear para poner
los cinco sentidos en prestar atención. El Periodismo de viajes, en el punto
exacto entre los hechos y las emociones.