lunes, 7 de marzo de 2016

Lesbos, por Anna Martín y Jimmy


Lesbos. Una de las islas protagonistas del pasado 2015. Situada al este, muy apartada de la península. Es el Mar Egeo el que separa la isla griega de Turquía, una separación que en el norte de esta no llega a los diez kilómetros. Este trozo de tierra es uno de los principales puntos de llegada de refugiados y migrantes a Europa. Una Europa a la que han llegado, a través del mar, hasta un millón de personas en 2015 y más de 110.000 en lo que llevamos de año, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que actualiza los datos con mucha frecuencia.
Embarcación hinchable rota recuperada del mar en la playa de Skala Skamineas
Faro de Lesbos, situado al norte, al lado de la población de Tsonia. Un voluntario, en pleno turno de vigilancia, avista una embarcación. Rápidamente se pone en contacto con ProActiva Open Arms, ONG de Badalona (Barcelona), formada por socorristas que se dedican, por una parte, a rescatar las embarcaciones precarias usadas por la mafia para enviar las refugiadas a tierra europea, remolcándolas a puertos o a playas con ciertas condiciones de seguridad; por la otra, a evitar más muertes en el mar en caso de naufragio. “Nos dedicamos a salvar vidas (...). A principios de septiembre decidimos trasladarnos a la isla de Lesbos para ayudar a los refugiados que llegan a la costa griega. Actualmente estamos también en la isla de Chios” cuentan en su página web.

Se informa también a Lighthouse Relief, una organización de voluntarios instalada en la población pesquera Skala Skamineas, también al norte, muy cerca del faro. Allí, lo que empezó con tres chicos que decidieron en septiembre -cuando aún no había campos montados en la costa- repartir comida con una furgoneta a aquellos que llegaban, explica David Esteban (@DavidZorrakino), coordinador del campo, se ha convertido en una de las microrganizaciones de voluntarias más importantes de la isla. Con un campamento consolidado, está situada a primera línea de la costa y comparte su función con Team Platanos, una organización de la misma índole asentada a escasos metros de la primera.
Entrada del campamento de Lighthouse Relief, situado en un terreno privado cedido desinteresadamente/Jaume Martín
Lighthouse recibe el mensaje. Llegará una embarcación en unos veinte minutos. Las voluntarias que se encuentran en ese momento en el campamento cubriendo su turno comienzan a prepararlo todo. Unas mantienen el fuego de la hoguera central encendido y encienden dos más si las temperaturas son muy bajas; otras preparan te caliente y comida en la pequeña cocina de la que disponen, así como vasos para que se sirvan ellas mismos, las refugiadas, agua o zumo. Por otro lado, aclaran también dónde irá cada uno cuando estas lleguen. Normalmente, las voluntarias se pondrán en la tienda en la que darán ropa seca – proveniente de donaciones – a mujeres y niños. Ayudarán, si hay muchos pequeños, a cambiarlos. Los hombres se dirigirán a tiendas distintas, a una para obtener la ropa, a otra para vestirse. Si fuera de noche las refugiadas podrían dormir también en tiendas habilitadas para ello.

Las refugiadas serán atendidas en los campamentos de bienvenida de Lighthouse y de Platanos, con el componente de cierto caos siempre presente pese a la clara organización del campamento. Ropa seca y algo de comer. Si es preciso también se proporcionará atención médica, con personal sanitario voluntario del mismo campo. Moustaffa, enfermero y médico anestesista del campamento de Lighthouse asegura que están perfectamente equipadas para todas aquellas urgencias que suelen llegar, como por ejemplo una tienda equipada para poder estabilizar una hipotermia. No obstante, afirma: “La atención que todas necesitan es más bien psicológica. Lo importante es transmitir calma, relajarlas ya que muchas llegan en estado de shock o con mucho stress, y transmitirles que ya están en un lugar seguro.”

Las embarcaciones se reparten cada una para un campo, para optimizar la acogida, pero nunca se atienden refugiados de una misma embarcación en diferentes campamentos. David Esteban apunta la importancia de esto para las familias que llegan juntas: “Pueden separarse aquí y no volverse a ver nunca más”.

Ahora mismo, ACNUR dispone de un campamento subiendo un par de kilómetros por la carretera que da acceso a Skala Sikamineas conocido como “Stage 2”, y autobuses que van desde la misma playa hacia allí. En el campo recibirán de nuevo asistencia si es necesario, y de allí otro autobús más grande las llevará hasta los campos de Karatepe, Molivos, o Moria. El campo de Moria es el único por el que todo refugiado deberá pasar, puesto que es allí donde se tramitan los papeles para obtener el permiso de movilidad como refugiados. ACNUR también dispone de un campo a parte para aquellas refugiadas con una situación más vulnerable (el campamento de Pipka), como discapacitadas, menores que llegan solas, etc.

“Ahora hay autobuses y se reparten las familias en diferentes campos para no saturar Moria con colas que duraban hasta días. En Octubre la situación era insostenible, mirando al mar podías ver tranquilamente  nueve o diez embarcaciones que iban a llegar y había que organizarse con Platanos para repartirlas bien, esto había traído algunas discusiones pero ahora está controlado. Los autobuses también ayudan, antes la gente se iba andando distancias de más de 70km, por eso hay chalecos tirados por toda la isla” nos cuenta D. Esteban.
Chaleco embarrado junto a la playa de Skala Skaminea/ Jaume Martín
En la isla, se observan dos tipos de organizaciones o entidades. Los campos oficiales, es decir, Pipka, Moria y Kara Tepe, son llevados por grandes organizaciones como ACNUR, Intermon Oxfam o Médicos Sin Fronteras. En ellas, hay trabajadoras. Colaboradoras es el nombre con el que se les define. En definitiva, personas que cobran un sueldo allí. Aunque su labor se base también en ayudar a las personas que llegan, al igual que los voluntarios de Lighthouse o de cualquier otra entidad de su condición, esta diferencia conlleva maneras de actuar y de priorizar particulares en cada caso, que se plasman sobre todo en situaciones caóticas y de exceso de personas. Circunstancias, por lo tanto, que implican tomar decisiones determinadas y decantarse por unas prioridades en vez de otras (ejemplo de prioridad: ir a comer porque es la hora en vez de esperar a que se haya terminado de atender a 200 desplazadas recién llegadas, con la ropa mojada y muchas en estado de shock).

El exceso de voluntarias se combinó con una rara situación de menor flujo de barcos y un cambio en el modo de actuar de Frontex, la policía fronteriza de la Unión Europea, durante la primera semana de febrero. Viniendo de un fin de semana con intensas noches en cuanto a llegadas, contrasta mucho que no hubiera ninguna embarcación durante días que llegamos a la parte norte de la isla.. Las últimas actuaciones de los barcos de Frontex estaban sorprendiendo a todo el mundo.

Los barcos que patrullaban la zona del mar Egeo se dedicaron esa semana a interceptar las embarcaciones y llevar a las refugiadas a una embarcación más grande para ir directamente a Mytilini, a escasos kilómetros de Moria. Medida que sin duda aumentaba la seguridad del trayecto, ya que cuanto más se acorte el trayecto a navegar con las precarias barcazas, mejor. No obstante, el barco donde se juntaban los refugiados para ir hasta el puerto de la capital no ponía rumbo a ella hasta que estaba lleno, lo que suponía para algunas esperar a que se llenara, empapadas, en plena noche y sin atención de ningún tipo, tratadas como mercancías. Tal trato incluyó el “control de calidad”, es decir, un registro previo para detener ya a aquellas que no fueran de nacionalidad Siria, Afgana o Iraqí (que en ese momento eran  las nacionalidades con derecho a la condición de refugiadas).
Hoja informativa disponible en la entrada del campamento de Lighthouse Relief
Nunca antes Frontex había puesto en práctica este modo de actuar, por eso sorprendió a todo el mundo. Aparente calma pero que no solucionaba ni mucho menos el problema. ¿Los motivos de este cambio? Inciertos para todo el mundo. Hacia el final de la semana, la pequeñísima población de Skala Silamineas vió invadido su pueblo por 20 coches oficiales. Llegaba Kyriakos Mitsotakis, el líder de la oposición del parlamento griego. En el aire queda si era esta visita el motivo de las nuevas formas de Frontex o no.

Esta situación se ha vuelto a normalizar con el paso de las semanas, incógnita es también saber cuándo habrá un nuevo cambio en el modus operandi, puesto que las novedades suceden día a día por parte de cada uno de los múltiples actores que encontramos en la isla.

Una isla ahora mismo con más voluntarias que refugiadas “No necesitamos más gente, hemos dejado de aceptar voluntarias” nos dicen en el campamento de Pipka. No obstante la mediatización del problema y el fuerte marco que se ha establecido sobre la isla de Lesbos por los medios (aunque parece que este ahora se está trasladando a Idomenia) provoca que siga llegando gente con ganas de ayudar que se encuentra con la negativa de las ONGs e incluso un cierto trato del tipo “apártense, miren y sáquense un selfie si quieren, pero no estorben”.

Esta es la situación que dos jóvenes periodistas vieron y vivieron durante una semana en la isla de Lesbos, entre muchas otras cosas, estas son las que de momento hemos querido contar. Escribimos lo que vimos, pueden creernos en mayor o menor medida. Formar una opinión al respecto es tarea de cada uno.
Jimmy (izquierda) y Anna M. (centro) junto a una familia Síria en el campamento de Pipka/ Anna Martín

1 comentario:

  1. Gracias @jimmymimente por compartir esta humana y altruista experiencia.

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