miércoles, 23 de marzo de 2016

Día 2 en Lesbos

30/01/2016 Goji's Cafe 13:00 hora local

Ayer fue nuestro primer día entero. Nos levantamos más temprano y bajamos a desayunar a la cafetería del hotel. Ya habíamos previsto pasar un rato más o menos largo desayunando en el hotel para ver que gente se alojaba junto a nosotros. El desayuno, consistente, con huevos duros, embutido, tostadas, zumo, café y una especie de creps enrolladas.

Tras desayunar, nos dirijimos en la dirección que el omnipresente Google Maps nos marcaba que debíamos seguir para llegar al hotel To Kyma. En el camino pasamos por un campo de acogida de refugiados (más tarde descubrimos que se llama Platanos), con bastante actividad. La orilla orilla está completamente llena de armillas salvavidas.

Llegamos hasta To Kyma y rápidamente reconocemos a varios socorristas que aparecieron la semana pasada en el documental que emitió TV3. Hablamos con el fundador de la ONG Proactiva Open Arms, quién nos facilita el número de teléfono de su jefa de premsa. Observamos como un chico que habíamos visto en nuestro hotel es también periodista y está entrevistando a una mujer refugiada recién llegada. decidimos quedarnos por la zona e ir observando, para cuando termine la frenética actividad empezar a hablar con más gente.
Chaleco en el paseo marítimo

Entonces pudimos ver con la ayuda de prismáticos como un barco de la guardia costera interceptaba una barcaza de refugiados y la devolvía a la costa turca. Entablamos conversa con Fran, periodista tarragoní del diari Ara residente en Méjico. Fran nos hace una buena radiografía de la zona, y nos apunta que otro hombre que también habíamos visto en el hotel desayunando es un poeta que está desarrollando un proyecto con niños refugiados, lo ficho mentalmente al instante, me interesa muchísimo. Fran también nos presenta a David, coordinador del campamento de LighthouseRelieef, que también es catalán.

Hablamos con David y le decimos que tenemos intención de colaborar como voluntarios. "Claro, perfecto. Id esta tarde a nuestra oficina y allí os podréis registrar". Llegado este momento decidimos ir a tomar un café al Goji, donde hago mi primer blog de voz con la grabadora. Una vez terminado el café, vamos hasta un barco que anteriormente vimos como remolcaban y que está siendo desguazado. Un canadiense voluntario nos dice que en el barco iban 250 personas y qué quién lo está desguazando son los del gobierno. El mismo voluntario nos comenta algo de una base que está a 3km andando siguiendo la costa y nos aventuramos a ir a visitarla. En todo el camino hay constantes chalecos salvavidas y restos de barcas.
Barco donde viajaban 250 personas

En un momento nos parece ver a alguien mar adentro ahogándose, pero por suerte, al mirar bien con los prismáticos, se trata solo de defines. Allí me doy cuenta  del fuerte contraste que sufre la isla. Una isla preciosa, paradisíaca, con un clima fabuloso y un paisaje para enamorarse, que ha estado, y está recibiendo un montón de tragedias, porque el fenómeno de los refugiados no es "una" tragedia; cada persona tiene su historia, su familia, ha perdido a una gente u otra, cada persona que llega tiene su propia tragedia.


Seguimos andando. Damos la vuelta cuando llevamos más de 3km andando y un susto con arenas movedizas. En todo el trayecto son varias las familias de chatarreros con las que nos hemos cruzado. Anna y yo nos partimos una pizza en Goji para comer, y saciamos nuestros estómagos vemos pasear con unos andares muy femeninos a un señor de unos 60 años vestido de mujer. La gran presencia de gatos también es digna de mención aunque no sorprendente al tratarse de un pueblo pesquero.

Tras comer vamos a hacer la siesta y luego nos acercamos a la oficina de LighthouseRelieef para registrarnos como voluntarios. Allí conocemos a Chus, Teresa y Olga, tres señoras también catalanas que acababan de llegar para apuntarse como voluntarias también. En la oficina nos piden si podemos empezar a ayudar ya, e invertimos toda la tarde ordenando donativos de ropa y clasificándolos. Llega la hora de cenar, y como Goji está lleno vamos al restaurante de enfrente. Cuando estamos terminando de cenar, llegan al mismo sitio Chus, Olga y teresa, que vienen a tomar algo antes de irse a dormir.

Conseguimos pactar con Olga que el lunes nos acercará a uno de los campos de registro, ya que ella tiene que ir a Mytilini y le viene de paso. Nos hace un favor porque ella dispone de un coche alquilado y nosotros no, por lo que nuestra movilidad en la isla quedaba reducida a las distancias salvables a pie solo.

Nos vamos a dormir y hoy nos hemos acercado al campamento para que cuando vayamos al turno que nos hemos apuntado (desde las 15:00 hasta las 03:00) no nos sea todo nuevo. Desayunamos y quiero encontrar al poeta, pero no tengo suerte, así que subimos a dormir hasta ahora para tener fuerza para estar hasta las 3 de la madrugada en el campamento.

domingo, 20 de marzo de 2016

Día 1 en Lesbos

28/01/2016 Hotel Gongora 23:43 hora local

Escribo ya desde la habitación del hotel. Bonito hotel, las fotos no engañaban. Los vuelos han ido bien, nada reseñable (solo la actitud penosa de un equipo de fútbol que deberían ser juveniles hacia las azafatas, vergonzoso, pero eso es otra historia). El taxi nos esperaba a mi y a mi compañera de viaje Anna en el aeropuerto, modesta infraestructura, a la hora prevista (20:20) con un cartel imprimido con mi nombre y la dirección del hotel <<Jaume Martín, Skala Skamineas>>.

"No taximeter sixty euros. I little english" fueron las palabras del conductor que nos haría la hora de camino en taxi hasta el hotel. Carretera junto al mar y atravesando el puerto de la capital Mytilini, tal como nos había previsto el sabio Google Maps. Llegado el final de la ciudad la carretera tuerce hacia el interior de la isla. asfalto viejo pero no en mal estado. Típica carretera de isla mediterrania de doble sentido con bastantes curvas, aunque por suerte esta vez no he tenido que temer por mi vida como alguna vez me había sucedido en anteriores experiencias con taxistas isleños.

Cruzando una pequeña localidad el taxista se detiene enfrente de un supermercado. "Moment" dice, gesticulando con la mano abierta. Se baja del taxi sin siquiera apagar el motor ni cerrar la puerta, pero con mucha calma. Saluda con evidente rutinariedad a un hombre que está barriendo la calle enfrente al supermercado y entran juntos. Tras algo menos de un minuto el taxista sale del local con 4 cajetillas de cigarros en la mano, nos las muestra y con una amable sonrisa constata: "cigarrettes". Iba a por tabaco, seguimos la marcha.

Un giro a derechas cerrado con pronunciada pendiente nos lleva a un desvío que empieza con un cartel: Skamineas -10. Antes de una curva de izquierdas digna del Rally de la Toscana que el "seminuevo" Mercedes clase E tomaría con aplomo (¿cuantas veces la habría tomado ese coche en los más de 46.000km que decía su panel que había recorrido?), el taxista señala a la derecha y dice "camp". "¿De fútbol?" pienso como buen español. Obviamente no, de refugiados. Vallas, dos tiendas de campaña y la luz de dos farolillos. Rápida e insuficiente visión.

La carretera sigue curveando y empiezan a abundar los coches viejos aparcados en las zonas dónde el arcén es más ancho, muchos de ellos pick-up. En un ancha curva sorprende ver descansar un autocar, solitario sin conductor ni nada, nuevo, de color blanco y solo con la parte inferior un poco salpicada de barro. "Skala beautiful" indica el conductor.

Entramos al hotel, no parece haber nadie en la recepción, pero el taxista sabe dónde dirigirse para llamar por su nombre a quien regenta el hotel, un hombre mayor que nos saluda en castellano. No tardamos en descubrir que solo sabe decir la fórmula para recibir clientes en castellano y que su inglés también es "little". No obstante, comparte con el taxista la enorme afabilidad y la ancha sonrisa. Subimos a la habitación, nos conectamos al wifi, mandamos los correspondientes whatsapps a familiares conforme hemos llegado bien y ya va siendo la hora de cenar.

La mesa de la primera cena en el Café Goji
Andando solo 20 metros llegamos al puerto del pueblo, bañado por la misma agua que 10km más allá topa con la costa turca que ya se podía albirar desde la carretera. Enfrente del puerto, el que parece ser uno de los bares más frecuentados del pueblo. Entramos, sitio cerrado, humo de tabaco, ambiente hyppie. Perros y gatos. Pero no sucio. Mola, sin duda nos quedamos.

Nos sentamos en una mesa, y la camarera nos trae una botella de cristal grande reciclada con agua y dos vasos. Fiel a mis ideales, pido el bocadillo especial de la casa. Tomate, calabacín, queso, aceitunas y salsa rosa, con el pan muy tostado. Caliente y fresco a la vez que crujiente y sabroso, buenísimo. Un gato se sube a la falda de Anna buscando comer. Le regalamos alguna carícia, pero muy a mi pesar no te daremos de comer, y con las manos le dejamos en el suelo. Hilo musical de buen rollo, un poquito de reagge primero y la cosa avanza con otro poquito de RHCP. Nos gustaría alargar la sobremesa pero hay que ir para el hotel, de dónde tras una ducha, saldrán estas líneas.

lunes, 7 de marzo de 2016

Lesbos, por Anna Martín y Jimmy


Lesbos. Una de las islas protagonistas del pasado 2015. Situada al este, muy apartada de la península. Es el Mar Egeo el que separa la isla griega de Turquía, una separación que en el norte de esta no llega a los diez kilómetros. Este trozo de tierra es uno de los principales puntos de llegada de refugiados y migrantes a Europa. Una Europa a la que han llegado, a través del mar, hasta un millón de personas en 2015 y más de 110.000 en lo que llevamos de año, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que actualiza los datos con mucha frecuencia.
Embarcación hinchable rota recuperada del mar en la playa de Skala Skamineas
Faro de Lesbos, situado al norte, al lado de la población de Tsonia. Un voluntario, en pleno turno de vigilancia, avista una embarcación. Rápidamente se pone en contacto con ProActiva Open Arms, ONG de Badalona (Barcelona), formada por socorristas que se dedican, por una parte, a rescatar las embarcaciones precarias usadas por la mafia para enviar las refugiadas a tierra europea, remolcándolas a puertos o a playas con ciertas condiciones de seguridad; por la otra, a evitar más muertes en el mar en caso de naufragio. “Nos dedicamos a salvar vidas (...). A principios de septiembre decidimos trasladarnos a la isla de Lesbos para ayudar a los refugiados que llegan a la costa griega. Actualmente estamos también en la isla de Chios” cuentan en su página web.

Se informa también a Lighthouse Relief, una organización de voluntarios instalada en la población pesquera Skala Skamineas, también al norte, muy cerca del faro. Allí, lo que empezó con tres chicos que decidieron en septiembre -cuando aún no había campos montados en la costa- repartir comida con una furgoneta a aquellos que llegaban, explica David Esteban (@DavidZorrakino), coordinador del campo, se ha convertido en una de las microrganizaciones de voluntarias más importantes de la isla. Con un campamento consolidado, está situada a primera línea de la costa y comparte su función con Team Platanos, una organización de la misma índole asentada a escasos metros de la primera.
Entrada del campamento de Lighthouse Relief, situado en un terreno privado cedido desinteresadamente/Jaume Martín
Lighthouse recibe el mensaje. Llegará una embarcación en unos veinte minutos. Las voluntarias que se encuentran en ese momento en el campamento cubriendo su turno comienzan a prepararlo todo. Unas mantienen el fuego de la hoguera central encendido y encienden dos más si las temperaturas son muy bajas; otras preparan te caliente y comida en la pequeña cocina de la que disponen, así como vasos para que se sirvan ellas mismos, las refugiadas, agua o zumo. Por otro lado, aclaran también dónde irá cada uno cuando estas lleguen. Normalmente, las voluntarias se pondrán en la tienda en la que darán ropa seca – proveniente de donaciones – a mujeres y niños. Ayudarán, si hay muchos pequeños, a cambiarlos. Los hombres se dirigirán a tiendas distintas, a una para obtener la ropa, a otra para vestirse. Si fuera de noche las refugiadas podrían dormir también en tiendas habilitadas para ello.

Las refugiadas serán atendidas en los campamentos de bienvenida de Lighthouse y de Platanos, con el componente de cierto caos siempre presente pese a la clara organización del campamento. Ropa seca y algo de comer. Si es preciso también se proporcionará atención médica, con personal sanitario voluntario del mismo campo. Moustaffa, enfermero y médico anestesista del campamento de Lighthouse asegura que están perfectamente equipadas para todas aquellas urgencias que suelen llegar, como por ejemplo una tienda equipada para poder estabilizar una hipotermia. No obstante, afirma: “La atención que todas necesitan es más bien psicológica. Lo importante es transmitir calma, relajarlas ya que muchas llegan en estado de shock o con mucho stress, y transmitirles que ya están en un lugar seguro.”

Las embarcaciones se reparten cada una para un campo, para optimizar la acogida, pero nunca se atienden refugiados de una misma embarcación en diferentes campamentos. David Esteban apunta la importancia de esto para las familias que llegan juntas: “Pueden separarse aquí y no volverse a ver nunca más”.

Ahora mismo, ACNUR dispone de un campamento subiendo un par de kilómetros por la carretera que da acceso a Skala Sikamineas conocido como “Stage 2”, y autobuses que van desde la misma playa hacia allí. En el campo recibirán de nuevo asistencia si es necesario, y de allí otro autobús más grande las llevará hasta los campos de Karatepe, Molivos, o Moria. El campo de Moria es el único por el que todo refugiado deberá pasar, puesto que es allí donde se tramitan los papeles para obtener el permiso de movilidad como refugiados. ACNUR también dispone de un campo a parte para aquellas refugiadas con una situación más vulnerable (el campamento de Pipka), como discapacitadas, menores que llegan solas, etc.

“Ahora hay autobuses y se reparten las familias en diferentes campos para no saturar Moria con colas que duraban hasta días. En Octubre la situación era insostenible, mirando al mar podías ver tranquilamente  nueve o diez embarcaciones que iban a llegar y había que organizarse con Platanos para repartirlas bien, esto había traído algunas discusiones pero ahora está controlado. Los autobuses también ayudan, antes la gente se iba andando distancias de más de 70km, por eso hay chalecos tirados por toda la isla” nos cuenta D. Esteban.
Chaleco embarrado junto a la playa de Skala Skaminea/ Jaume Martín
En la isla, se observan dos tipos de organizaciones o entidades. Los campos oficiales, es decir, Pipka, Moria y Kara Tepe, son llevados por grandes organizaciones como ACNUR, Intermon Oxfam o Médicos Sin Fronteras. En ellas, hay trabajadoras. Colaboradoras es el nombre con el que se les define. En definitiva, personas que cobran un sueldo allí. Aunque su labor se base también en ayudar a las personas que llegan, al igual que los voluntarios de Lighthouse o de cualquier otra entidad de su condición, esta diferencia conlleva maneras de actuar y de priorizar particulares en cada caso, que se plasman sobre todo en situaciones caóticas y de exceso de personas. Circunstancias, por lo tanto, que implican tomar decisiones determinadas y decantarse por unas prioridades en vez de otras (ejemplo de prioridad: ir a comer porque es la hora en vez de esperar a que se haya terminado de atender a 200 desplazadas recién llegadas, con la ropa mojada y muchas en estado de shock).

El exceso de voluntarias se combinó con una rara situación de menor flujo de barcos y un cambio en el modo de actuar de Frontex, la policía fronteriza de la Unión Europea, durante la primera semana de febrero. Viniendo de un fin de semana con intensas noches en cuanto a llegadas, contrasta mucho que no hubiera ninguna embarcación durante días que llegamos a la parte norte de la isla.. Las últimas actuaciones de los barcos de Frontex estaban sorprendiendo a todo el mundo.

Los barcos que patrullaban la zona del mar Egeo se dedicaron esa semana a interceptar las embarcaciones y llevar a las refugiadas a una embarcación más grande para ir directamente a Mytilini, a escasos kilómetros de Moria. Medida que sin duda aumentaba la seguridad del trayecto, ya que cuanto más se acorte el trayecto a navegar con las precarias barcazas, mejor. No obstante, el barco donde se juntaban los refugiados para ir hasta el puerto de la capital no ponía rumbo a ella hasta que estaba lleno, lo que suponía para algunas esperar a que se llenara, empapadas, en plena noche y sin atención de ningún tipo, tratadas como mercancías. Tal trato incluyó el “control de calidad”, es decir, un registro previo para detener ya a aquellas que no fueran de nacionalidad Siria, Afgana o Iraqí (que en ese momento eran  las nacionalidades con derecho a la condición de refugiadas).
Hoja informativa disponible en la entrada del campamento de Lighthouse Relief
Nunca antes Frontex había puesto en práctica este modo de actuar, por eso sorprendió a todo el mundo. Aparente calma pero que no solucionaba ni mucho menos el problema. ¿Los motivos de este cambio? Inciertos para todo el mundo. Hacia el final de la semana, la pequeñísima población de Skala Silamineas vió invadido su pueblo por 20 coches oficiales. Llegaba Kyriakos Mitsotakis, el líder de la oposición del parlamento griego. En el aire queda si era esta visita el motivo de las nuevas formas de Frontex o no.

Esta situación se ha vuelto a normalizar con el paso de las semanas, incógnita es también saber cuándo habrá un nuevo cambio en el modus operandi, puesto que las novedades suceden día a día por parte de cada uno de los múltiples actores que encontramos en la isla.

Una isla ahora mismo con más voluntarias que refugiadas “No necesitamos más gente, hemos dejado de aceptar voluntarias” nos dicen en el campamento de Pipka. No obstante la mediatización del problema y el fuerte marco que se ha establecido sobre la isla de Lesbos por los medios (aunque parece que este ahora se está trasladando a Idomenia) provoca que siga llegando gente con ganas de ayudar que se encuentra con la negativa de las ONGs e incluso un cierto trato del tipo “apártense, miren y sáquense un selfie si quieren, pero no estorben”.

Esta es la situación que dos jóvenes periodistas vieron y vivieron durante una semana en la isla de Lesbos, entre muchas otras cosas, estas son las que de momento hemos querido contar. Escribimos lo que vimos, pueden creernos en mayor o menor medida. Formar una opinión al respecto es tarea de cada uno.
Jimmy (izquierda) y Anna M. (centro) junto a una familia Síria en el campamento de Pipka/ Anna Martín