martes, 7 de febrero de 2012

Hogar, dulce hogar

Este es un post para un concurso literario que exige que el relato sea colgado en un blog. Pues bien, aquí está:

Como cada tarde después de clase, fui para casa con un paso pesado, cansado por el peso de los libros en la espalda, aturdido por las lecciones de día, básicamente me estaba cagando en mi vida de estudiante. Solo tardo unos veinte minutos desde la universidad a mi piso, diez si voy en patinete, pero suelen ser eternos y cuesta arriba, vaya en el sentido que vaya.
Entonces llego. Abro la puerta, me cruzo con esa vecina que está tan buena, pero a la que nunca me atreveré a decirle nada. Ahora si que viene el verdadero "rompe-piernas" del día: los cinco pisos de escaleras. "No pasa nada, así hacemos ejercicio" dijimos cuando lo compramos. Abro la puerta, y, como cada día, allí están mis dos compañeros de piso, jugando al Fifa con mi consola, con los platos todavía por recoger de la comida. Saludo, y dejo mi mochila encima de mi colchón. Me tomo la libertad de respirar un poco de aire del que hay por encima de de los 15 metros cuadrados de nuestro habitáculo.
Abro la nevera y cojo una birra, la última, y apunto en la lista de la compra que no se va a hacer "bebida". Me tumbo yo también en ese sofá que recogimos de la calle un jueves por la noche y suelto el ya previsto por mis colega: "El que palme contra mi". Asienten. Cuando ya llevamos un ratito jugando alguno comenta que habría que ir pensando en la cena, y a no ser que alguno tenga un arrebato y quiera ponerse a usar el fogón de camping que usamos cómo cocina llamamos al chino de abajo que nos sube dos arroces tres delicias i seis rollitos de primavera, cada día paga uno y hoy me toca a mí.
Una vez cenados, Paco se va a dormir a casa de su novia, gesto que agradecemos mucho los otros, ya que así no hará falta compartir ningún colchón ni instalarse en el sofá. Rafa se va a trabajar y me dejan solo. Si no hace mucho frío abro la ventana para invitar a pasar a unos inquilinos poco habituales en nuestro piso, los átomos de oxígeno. Hago los deberes a desgana en el sofá,apoyándome en teórica mesita de café que cumple cualquier función excepto la función para que se fabricó, tomar café.
Ahora es el momento álgido del día, cuando hago lo que yo quiero en mi piso. Joder mi piso... es mío, quien me lo iba a decir que si un día quería poner los pies encima la mesa nadie me lo reprocharía.
Así que me pongo ha hacer algo que me encanta: saco los baffles, pongo la música celestial de los maestros de extremoduro y empiezo ha no hacer nada. Simplemente estoy allí, en mi piso, pensando en mis cosas, tal vez componiendo alguna rima o simplemente cantando la canción del verano de hace tres años, sin nadie que me diga vago ni me obligue a nada ¿Porqué? Por que es mi piso.
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