2o día: Hoy empezamos la caminata con una etapa bastante larga: 21 km con un puerto de montaña de segunda categoría. El desayuno del albergue ha sido un tanto escaso para mi gusto, pero suficiente. Hemos empezado con un descenso por una senda estrecha, que poco a poco se ha ensanchado y se ha ido transformando en una pronunciada y larga subida. Hemos estado andando por una pista forestal hasta que hemos divisado Urdués de Lerda, un pueblecito en la cima de un turón. Cuando nos hemos dispuesto a comer he aparecido el hombre del albergue de Artieda diciendo que se la habían escapado los perros, y al final hemos descubierto que se habían venido con un peregrino alemán.
Hemos proseguido hasta llegar a Sangüesa, ya en la comunidad de Navarra. No hemos ido al albergue del peregrino porque nosotros somos ocho y la capacidad máxima es de 14, además que la idea de dormir con otra gente teniendo con nosotros dos niñas pequeñas no convencía a mi madre (la jefa indiscutible de la manada). En el camping primero hemos optado por unos bungalows de cuatro personas pero cuando hemos visto lo sucios que estaban hemos optado por dormir en habitaciones por un poco más de dinero.
Una vez nos hemos duchado y nos hemos dado todos masajes en los pies, nos hemos aventurado en el pueblo de habla vasca para conseguir algo de cena. Yo he pedido la hamburguesa más grande y con más cosas de todas pero el más listo ha sido mi tío en pedir un bocadillo de tortilla de chistorra. Las dimensiones del bocata no tenían nada que envidiar a la proa del Titanic. La tortilla contenía por lo menos cinco gallinas en huevos y el aceite desprendía tal aroma que hasta a los adoquines se les hacía la boca agua.
Pero sin duda la mejor imagen de la jornada ha sido la de mi madre en un saco de esos que solo se te ve la cabeza, pero en defensa de su dignidad, por respeto, y también por lástima a las conseqüencias que podrían comportar el hecho de subir esa foto no la colgaré las imágenes.
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